sábado, 14 de junio de 2014




Mi experiencia en Irlanda



                Este año se ha organizado en el IES Lauretum un intercambio a Irlanda para los alumnos de Bachillerato durante la semana del 22 hasta el 29 de abril, con un colegio llamado SacredHeartSchool, en el que solamente pueden estudiar chicas. Yo he sido uno de los afortunados que ha podido vivir esta experiencia, acogiendo a una de las chicas en febrero y “viviendo” en Irlanda durante una semana.

                Son muchas las actividades que nuestras profesoras de inglés, Lola y Teresa, junto con las profesoras de español en Irlanda, han organizado para nosotros, tanto aquí en España, como en la isla esmeralda. Yo me voy a centrar en analizar estas últimas, que son las que realmente he disfrutado y que más recientes tengo.

                Debo mencionar que la llegada a Irlanda fue muy precipitada, ya que nos adelantaron el vuelo del avión, que en condiciones normales tendría que haber salido a las 21:00 del martes 22 de abril, pero que por diversos motivos fue adelantada su salida a las 7:00 de ese mismo día. Este cambio en los horarios lo supimos el lunes por la mañana, por lo que aquellos que no habíamos hecho aún las maletas tuvimos que darnos prisa.

                El vuelo fue relativamente corto, unas dos horas y media aproximadamente. Las horas que nos habían sobrado debido al adelanto del vuelo las dedicamos a recorrer el centro de Dublín, e incluso nos dio tiempo a hacer unas compras para la familia o pasear por nuestra cuenta. Dublín es una ciudad impresionante, como es de esperar en una capital. Me sorprendió la de grupos de jóvenes que había tocando en la calle para recaudar algo de dinero. La Universidad fue lo que más me gustó de esta ciudad, con edificios realmente sorprendentes y rodeados de árboles y otro tipo de plantas. Irlanda es un “país verde” por lo que pude comprobar durante toda esa semana. 


                Dublín no era realmente nuestro destino,  ya que las irlandesas viven en Westport, un pequeño pueblo del condado de Mayo, situado en la costa oeste del país, a unas cuatro horas de la capital. Mi irlandesa y otras dos más vivían en Newport, el pueblo vecino. El caso es que cuando llegamos nos habían preparado una sorpresa. Una vez conocimos a las familias y nos enseñaron nuestro cuarto,  nos llevaron a ver un partido de fútbol gaélico, un deporte típico de allí. Yo personalmente estaba agotado, pero por suerte ese día llegamos temprano a casa.

                El miércoles fue el primer día en el que realizamos varias de las actividades programadas por las profesoras. Por la mañana hicimos una visita guiada por Westport, que ya habíamos tenido la oportunidad de ver la tarde-noche anterior en el partido de fútbol gaélico, aunque no con tanta profundidad. Lo que más me sorprendió de esta excursión fue el acento tan particular de la guía, muy diferente al inglés británico. Nos explicaron cómo era el pueblo hace unos años y cómo es ahora a través de unas fotos en las que se observaban diferencias con la actualidad. Lo que más me gustó del pueblo fue la iglesia anglicana a la que entramos, con un estilo muy diferente al católico. Esa misma tarde fuimos a comer a un picnic en Moore Hall, visitamos un museo de la vida irlandesa bastante interesante y por último fuimos al cine a ver la película “TheAmazingSpiderman 2” en 3D.

                Al día siguiente fuimos a una de las ciudades más importantes de Irlanda, Galway. También nos hicieron un tour guiado, pero en esta ocasión resultó mucho más sencillo comprender a la guía. Fue una de las actividades que a mí más me gustaron, ya que Galway es una ciudad preciosa, con algunas iglesias muy bonitas, edificios impresionantes, y una buena cantidad de tiendas. De hecho, a mí me pareció mucho más bonita y emblemática que Dublín. Después del tour hubo tiempo para compras, y sin dudarlo fue el día que más regalos adquirimos para la familia o para uno mismo. La mayor parte del dinero que llevaba la gasté en las tiendas de souvenirs de Galway.

                Un poco más tarde fuimos al Castillo de Ashford, que ahora se ha convertido en uno de los mejores hoteles de Irlanda. Es un sitio perfecto para tomar fotos. La belleza del castillo en sí, unida a la de los jardines que lo rodeaban, hacía que fuera imposible resistirse a posar en esos preciosos paisajes y hacerse unas fotos con los amigos. También pudimos pasear por la orilla del río Cong, donde vimos a varios cisnes por el camino. 

                El viernes fue un día bastante largo, a pesar de que lo único que hicimos fue escalar el Diamond Mountain, una montaña de unos 400 metros, en Connemara. Aunque el tiempo nos asustó un poco por la mañana, finalmente pudimos escalar la montaña sin ningún problema, obviando un pequeño chubasco mientras estábamos subiendo los primeros metros. Realmente el tiempo se comportó durante toda la semana. Llovió poco, e incluso había momentos en los que hacía hasta calor.

                Llegar a la cima del Diamond Mountain fue una tarea fácil para unos pocos y que requirió algo más de esfuerzo para otros, mientras que algunos ni lo intentaron. Allí en la cima hacía un viento insoportable, pero los paisajes eran impresionantes, y por supuesto, hicimos bastantes fotos. La noche de ese mismo día fuimos a una discoteca, ya que las irlandesas nos la habían preparado, e incluso habían alquilado un autobús. La mayoría de los españoles no íbamos muy arreglados, ya que la compañía de vuelos sólo nos permitía llevar quince quilos en la maleta. Yo llevé 14 kilos a Irlanda y regresé con 14,8 a España. ¡Menos mal que no tuve que ponerme a sacar cosas de la maleta en el aeropuerto!

                El sábado pudimos descansar, ya que no teníamos ninguna actividad prevista por la mañana. Por eso ese día no me levanté hasta las 12:00 aproximadamente, ya que estaba agotado de las actividades de los días anteriores. Por la tarde pudimos jugar a fútbol gaélico, ese deporte irlandés que ya vimos el martes. Me pareció bastante interesante, como una mezcla entre el fútbol y el rugby, ya que se puede jugar con manos y pies. Esta actividad estuvo organizada por uno de los padres de las chicas irlandesas e hicieron hasta una ronda de penaltis en las que se les otorgaron premios a los dos mejores equipos. Mi equipo consiguió el 2º premio. 

            El domingo fue otro día en el que pudimos levantarnos tarde, ya que nuevamente teníamos la mañana libre. Ese día hicimos kayak por la tarde, en Burrshoole Abbey, que estaba a cinco minutos andando de la casa de mi irlandesa. Fue la única actividad que se realizó en Newport, y todos los españoles vieron por primera vez el pueblo en el que yo y otros dos más estábamos alojados. Fue otra de las actividades que más me gustaron, ya que fue una experiencia nueva para mí, aunque ya había hecho piragüismo anteriormente en campamentos y excursiones, pero nunca había montado en un kayak. Realmente no logro ver las diferencias entre estas actividades acuáticas.

     


                El lunes fue el último día de la semana, ya que esa misma noche a las 0:00 cogeríamos el bus para llegar a Dublín y desde allí a salir para España. Ese día las irlandesas entraban en el instituto (la semana anterior tenían las vacaciones de Pascua) y tuvimos que acompañar a unas alumnas del quinto curso, ya que las nuestras se han saltado ese año y están trabajando temporalmente, una opción posible en Irlanda. Las clases en Irlanda son diferentes a las de España. Por ejemplo, la duración de cada clase es de unos 35 minutos. Están más tiempo en el instituto, pero tienen dos descansos; uno más breve para despejarse, después de dar cuatro asignaturas distintas, seguido de un descanso más largo, en el que pueden salir a desayunar. Antes de eso tienen tres clases, y justo después dos más.
            
           Nosotros dimos las cinco primeras asignaturas como clases normales con las alumnas irlandesas. Nos prepararon dos clases especiales para nosotros, ya que en Irlanda, además de Matemáticas, Inglés, Geografía y ese tipo de asignaturas, también tienen que aprender a cocinar o lavar entre otras cosas. No obstante, dejando de lado lo que pienso desde el punto de vista moral, la clase fue bastante entretenida. Hicimos un dulce típico de Irlanda por parejas, y las profesoras decidieron quién lo había hecho mejor, concediendo a la pareja ganadora un pequeño premio. Yo no tuve la suerte de ganar, aunque me sentí muy orgulloso de mi creación culinaria, tanto que me la traje a España para que mi familia la pudiera probar.

                Por último, las chicas irlandesas nos ofrecieron un espectáculo de música y bailes típicos del país. Hicieron una versión del tema “Wake Me Up” de Avicii con instrumentos típicos de Irlanda, algo que me encantó, ya que soy un gran fan de la cultura y muy especialmente la música sueca, y esta versión “a la irlandesa” me pareció bastante bonita. Algunos alumnos españoles también se animaron a bailar sevillanas, para demostrar el arte  que hay en nuestra tierra, por lo que pasamos un rato bastante entretenido. 

 

               Para concluir esta crónica debo mencionar el tema de las comidas, algo muy importante a la hora de adaptarte a un nuevo país. Entre que en Irlanda hay una hora de diferencia con respecto a España y que los horarios de las comidas son muy diferentes, los primeros días fueran bastante caóticos para mí. Suelen desayunar sobre las 12:00-13:00 de la mañana, como una especie de desayuno-almuerzo, mientras que cenan sobre las 18:00 de la tarde. Por la noche lo único que toman es un vaso de té, leche o café, con algo dulce para picar. En cuanto al contenido de las comidas, hay que decir que abundan las patatas, que son congeladas, aunque las hay de muchos tipos y formas. Casi todas las comidas van acompañadas de patatas, o al menos esa semana me las pusieron todos los días. El desayuno típico irlandés es bacon, huevos y salchichas, y puede ir acompañado de un café, tostadas o incluso cereales. Aunque al principio me pareciera extraño, acabé acostumbrándome a ese desayuno. ¡El bacon estaba buenísimo!
             
             Irlanda es un país realmente bonito. Las casas están alejadas entre sí, la mayor parte de la población es rural, el verde es el color que reina en el país. Todo aquel que busque un lugar frío en el que pasar las vacaciones y al que le gusten los paisajes bonitos y la vida en el campo tiene que visitar Irlanda sí o sí. Mi experiencia ha sido bastante buena, aunque no creo que vaya a volver, porque tener que conducir por la izquierda es algo que no creo que pueda hacer. Me apunté a este intercambio más por la idea de vivir en un país extranjero que por el país en sí, pero al final Irlanda me ha cautivado y me he enamorado perdidamente de su belleza interior.


                                                                  Juan Francisco Barba Salado 1ºB












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